Las enfermeras, con independencia del ámbito en el que trabajan (asistencia, gestión, investigación o docencia), deben tomar continuamente decisiones en su ejercicio profesional. La elección de las decisiones habitualmente se basa en conocimientos adquiridos en la formación, en experiencias clínicas previas, en indicaciones de otras profesionales [1], en la tradición, autoridad, en la práctica basada en la evidencia (PBE), en guías de práctica clínica (GPC), etc. [2]. Sin embargo, las decisiones relativas al cuidado de personas deben contar con el respaldo de la evidencia científica más actualizada.
La PBE, tal y como definió Sakcett, es “el uso consciente, explícito y juicioso de la mejor evidencia disponible de la investigación en la toma de decisiones sobre el cuidado de los pacientes individuales” [3] Por ello, los cuidados enfermeros, tienen que fundamentarse en el conocimiento obtenido de los mejores trabajos de investigación disponibles.
La PBE debe adaptarse al contexto y tiene que contemplar 3 aspectos. En primer lugar, el conocimiento, obtenido de la ciencia; en segundo lugar, las necesidades y las preferencias de los pacientes (imprescindible contar con su conformidad y aportación) y, por último, es vital considerar el juicio clínico y la experiencia de los profesionales. En preciso destacar que existen diversos factores que influyen en la PBE. Se debe optar por la evidencia científica de mejor calidad, debe existir competencia profesional suficiente para el acceso y análisis crítico de la literatura científica y es primordial la existencia de una cultura de organización y profesional que permita la implementación de cualquier proceso de cambio.
Por otra parte, cabe mencionar que la PBE genera diversos beneficios; tales como la aplicación de cuidados de mayor calidad, la mejora de los resultados en salud de la población, la reducción de la variabilidad clínica entre profesionales y, además, favorece el empoderamiento y satisfacción de los pacientes y los profesionales.
La PBE consta de 6 etapas. En primer lugar, debe formularse la pregunta de investigación (generada en el contexto clínico y/o académico). En segundo lugar, debe hacerse una planificación y comenzar la búsqueda en la literatura científica. A continuación, debe hacerse una selección y una lectura crítica de los artículos. En cuarto punto, ha de hacerse un análisis e interpretación de la información obtenida y, por último, debe formularse la estrategia de implementación y, posteriormente, realizar la evaluación de los resultados.
Tradicionalmente, los estudios han sido clasificados en relación con el diseño de investigación en la pirámide de la evidencia. De tal forma, que, en la cúspide de esa pirámide, se situaban los estudios con mayor evidencia científica. Sin embargo, posteriormente se propuso el modelo de pirámide sobre la PBE que definió Haynes [4,5], que clasifica los estudios según la fuente de información: sistemas, sumarios, sinopsis de síntesis, síntesis, sinopsis de estudios y estudios individuales. Es interesante destacar que en la categoría de sumarios están las GPC. Además, en los sumarios se pueden consultar los recursos que proporcionan acceso a las GPC, como por ejemplo las entidades elaboradoras (Registered Nurses’ Association of Ontario, National Institute for Health and Clinical Excellence, Scottish Intercollegiate Guidelines Network) o recopiladoras (GuíaSalud, National Guideline Clearinhouse). En este nivel se enmarcan otros recursos como Clinical Evidence y UpToDate.
Cabe mencionar que, para que la implantación de proyectos basados en la evidencia sean efectivos y puedan perdurar a lo largo del tiempo, es imprescindible establecer una estrategia de implementación y evaluación de los resultados de carácter institucional. Y es preciso indicar que la Asociación de Enfermeras Registradas de Ontario (RNAO®) ofrece una herramienta de implementación de guías de buenas prácticas.
En este sentido, debo destacar que la Organización Sanitaria Integrada Bilbao Basurto (OSIBB), organización sanitaria en la que tengo el placer de trabajar, y la Facultad de Medicina y Enfermería (FME/MEF) de la Universidad del País Vasco/Euskal Herriko Unibertsitatea (UPV/EHU) han sido designadas candidatas a ser Centros Comprometidos con la Excelencia en Cuidados (CCEC®) o Best Practice Spotlight Organization (BPSO®). Ambas instituciones, que se presentan en coalición en una alianza estratégica sin precedentes en el territorio nacional (una Organización Sanitaria Integrada y una Facultad), han adquirido el compromiso de implantar de forma conjunta y coordinada 3 guías de buenas prácticas de la RNAO®: Accesos vasculares, lactancia materna y violencia de género. Además, es preciso destacar que ambas instituciones, motivadas por su sensibilización y elevado compromiso con la sociedad, son la primera organización sanitaria y académica de todo el estado en implantar la guía de buenas prácticas sobre violencia de género.
El proyecto BPSO® OSIBB-FME/MEF tiene un marcado enfoque y participación multidisciplinar, si bien está liderado por enfermeros/as. La implantación de las GBP se está desarrollando de manera simultánea y conjunta en ambas instituciones; apostando de manera inequívoca por la práctica basada en la evidencia y la excelencia en los cuidados. Es por ello que el desarrollo del proyecto permitirá implantar buenas prácticas, ofrecer cuidados basados en la mejor evidencia científica disponible y mejorar la calidad asistencial y docente.
Cabe destacar que la coalición entre la OSIBB y la FME/MEF (Campus de Leioa) no pretende únicamente la implantación de buenas prácticas en el ámbito clínico y académico; puesto que también facilita la integración del mundo asistencial (exponente de la práctica clínica) y del académico (principal generador y divulgador de ciencia). El proyecto BPSO® OSIBB-FME/MEF tiene por objeto la búsqueda de sinergias, mejorar la comunicación y la colaboración entre la universidad y una organización sanitaria, disminuir la distancia entre el ámbito asistencial y el académico, mejorar la formación del alumnado de titulaciones sanitarias y favorecer el desarrollo de proyectos de investigación e innovación conjuntos. En definitiva, el proyecto BPSO® OSIBB-FME/MEF responde a la necesidad de aumentar la eficiencia en cuidados, disminuir la variabilidad clínica y capacitar a profesionales (desde su proceso de formación) para mejorar el empoderamiento de los/as pacientes y/o usuarios/as
BIBLIOGRAFÍA
- Álvarez-Aguirre A. Práctica basada en evidencia. SANUS [Internet]. 11 de agosto de 2019 [citado 27 de mayo de 2022];(6):6-7. Disponible en: https://sanus.unison.mx/index.php/Sanus/article/view/91
- Melnyk, B.M. and Fineout-Overholt, E. (2011) Making the Case for Evidence-Based Practice. In: Melnyk, B.M. and Fineout-Overholt, E., Eds., Evidence-Based Practice in Nursing & Healthcare. A Guide to Best Practice. 2nd Edition, Lippincot Williams & Wilkins, Philadelphia, 3-24.
- Sackett DL, Straus SE, Richardson WS, Rosenberg W, Haynes RB. Evidence-based medicine: how to practice and teach EBM. 2nd ed. Edinburgh: Churchill Livingstones; 2000.
- Dicenso A, Bayley L, Haynes RB. Accessing pre-appraised evidence: fine-tuning the 5S model into a 6S model. Evid Based Nurs. 2009;12(4):99-101.
- Haynes RB. Of studies, syntheses, synopses, summaries, and systems: the «5S» evolution of information services for evidence-based healthcare decisions. Evid Based Med. 2006;11(6):162-4.
Autoría: Gorka Vallejo.
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Este documento debe citarse como: “Vallejo G. Práctica basada en la evidencia: un camino de no retorno. [Internet]. Enfermería Activa del Siglo XXI: blog abierto; 30 de mayo de 2022. Disponible en: www.enfermeriaactiva.com”